miércoles, 29 de noviembre de 2017

Solo puedo escribir...

Indago en los rincones de mi desdicha para ver si encuentro con qué adornar este vacío y hacerlo bello, sacarle lustre, ponerle flores y un cartel de "Se alquila"... Miro en cada gota que de mis ojos se escapan en esta noche, a ver si veo el reflejo de esa sonrisa que se escabulló, traviesa e intranquila, y se resiste a dejarse encontrar...

Lucho contra este hastío y cada día me rindo, me caigo, y me vuelvo a levantar, porque eso hacen las guerreras... dicen...  aunque esta lucha no tiene bandera ni capitán... Por momentos, nada tiene un real sentido, solo sigo, para adelante, porque dicen que debo hacerlo, porque parar nunca es bueno, porque yo soy de las que puedo, y por eso tengo que seguir...

Las ganas de un viaje al pasado me invaden, mi mente me dice que no hay nada ahí, que todo está adelante, pero qué porfiado el corazón que insiste en arrastrar los pies para no continuar caminando... Una maraña se forma en mis sentimientos, aunque ya no los recuerdo, será que siguen ahí? mejor no toco esa caja de Pandora, que siga cerrada, que no salgan...

Y de repente lo veo pasar ante mis ojos, sonriendo como si nunca hubiera hecho daño, ignorante de lo que causó, de lo que sigue causando, de haber hecho explotar mis ilusiones por dentro, cual dulce venganza, con despiadada indiferencia... Y ese dolor se mezcla con la ausencia de mi ángel, que me dejó hace poco, que hoy es polvo de estrellas, que ya no me hace sentir su voz, su risa, oh vida! por qué me la quitaste? Dicen que ahora me cuida, pero esos son cuentos de niños...

A veces siento que sólo soy un espectro vagando sin rumbo, intentando hacer poesía de mis apegos... estoy paralizada, miles de "debes hacer" en mi cabeza, y no puedo, juro que no puedo, me siento arrastrada, cansada, vacía... necesito cerrar los ojos e ir a los rincones de mi alma a buscar valentía...

Hoy siento que no puedo, tal vez mañana sí y todo esto sea una pesadilla que olvidar, quizás solo me llena la desesperación de no poder mirar tan adelante, de estar aún con un pie en el pasado, del miedo que me dejaron instalado y olvidaron entregarme la contraseña para desbloquearlo...

Y esta estúpida mala costumbre de buscar mi valor en otro, cuando nadie sabe de mí mejor que yo misma... y de conformarse con migajas cuando sé que me merezco el pan entero, del mejor que haya...  


Me he acostumbrado a la soledad, pero ella igual es incómoda, se adueña de la cama, me destapa y me da frío, se come mi comida y soy yo la que engordo, me juega sucio la desgraciada, me desordena la casa, la vida, los sentimientos, y me deja llorando en un rincón del sofá cuando se pone engreída y demandante, porque disfruta hablarme de lo que me duele, de lo que sabe que no ha sanado. La soledad es una perra...